viernes, 19 de febrero de 2016

El Comunidor

De los comunidor independientes del campanario se encuentran de dos tipos. El primero, que exigía un mayor esfuerzo para la comunidad de fieles debido a su complejidad arquitectónica, es la torre altura sobre el tejado del mismo templo. Una construcción de este tipo debía suponer toda una reforma en el conjunto del edificio, con un posible refuerzo de sus estructuras de asentamiento. Preferiblemente se levantaba al otro extremo respecto del campanario y, por tanto, el más alejado. Jordi Dalmau afirma que "en todos los casos la altura de un comunidor de torre siempre es inferior a la del campanario vecino; debe entenderse como una cuestión de jerarquía bien ordenada ".

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Uno de los más antiguos que se conservan sería el cimborrio situado encima de la nave de la iglesia del monasterio de Sant Benet de Bages. Mosén Fortià Solà dice que en esta construcción "no se le adivina otra finalidad que la de dar silueta al conjunto y servir de reliquier o comunidor de temporales". Según el mismo cura Solà, su suposición es confirmada por una disposición del abad de Montserrat, fray Batlle, cuando el 25 de febrero de 1645, respecto a la conservación de las reliquias de san Valentín, afirmaba: "Y para mayor custodia y guarda del preciosísimo tesoro de las sagradas reliquias de dicho San Valentín, mandamos que no saquen fuera de dicha capilla (esto es, de la cripta) la caxas de san sagrado Cuerpo, poniéndolo en el altar mayor el tiempo de temporales, sino que de dicha capilla inmediatamente la aportan (cuando convenga) al Comunidor ". Esto vendría a confirmar que el cenobio tenía un comunidor aunque no sea claro que se trate de la torre descrita.

De este tipo de comunidor se encontraban dispuestos en diversos lugares del tejado del edificio. Las construcciones de mayor tamaño se debían encontrar sobre el mismo del ábside de la iglesia, aprovechando los diferentes muros de la estructura arquitectónica. De este modelo se pueden ver, aunque ahora, en Santa María de Vilalleons por el que se firmó el 15 de abril de 1590, según recoge Fortià Solà, la capitulación por la obra reliquier o firmante de los temporales. Menciona, también, el mismo autor que "si, como es probable, hasta esta fetxa había comunitarias el tiempo desde el campanario, are se destinó para este fin un edícol independiente el cual fue cargado demunt del ábside, no sin quitar a estos mucha gracia ". Solà, haciendo recogiendo las palabras de un documento del Archivo parroquial de Vilalleons, indica que "el constructor fue Bertrán Bonall, maestro de casas, de la sagrera de San Julián; la construcción debía pujarse sobra el tejado en el medio del cuadro de la cruz de dicha iglesia, tomando en sol naciente sobre la pared adonde es la cruz sobre el altar mayor ". Por su parte, mosén Antoni Pladevall constata que el comunidor que se ve actualmente es, probablemente, una reforma del de 1590 afectado por las obras en el piso sobrepuesto de la bóveda de la nave construido a principios del siglo XVIII. Igualmente, hay uno sobre el templo de San Martín de Mura construido también sobre el ábside en 1648 y reforzado durante la importante reforma llevada a cabo entre 1680 y 1697. Aunque en las obras realizadas a finales de la década de 1970 y principio de la siguiente se eliminó la escalera exterior que conducía de la antigua rectoría todavía se puede acceder a su interior pasando por encima de la bóveda de la nave.

Otro modelo similar, también bastante frecuente, estaría situado encima mismo de la fachada de la puerta principal del tiempo, ya fuera justo en el centro o en un extremo. El comunidor del templo de Sant Vicenç de Torelló, al parecer, se construyó aprovechando una pequeña espadaña en el primer cuarto del siglo XVII conjuntamente con otras reformas del edificio y acabada con un tejado de doble vertiente. Parecido a éste es el de San Julián Sassorba, pero con tejadillo a cuatro vertientes. Es situado encima de la cubierta ya raíz de la fachada de poniente; su construcción podría coincidir con la realización del nuevo portal, en la fachada de mediodía, que se encargó al maestro de casas Vic Esteban Casadevall, en 1572.

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Las torres-comunidor eran más habitual de lo que parece. Según el canónigo Jaume Ripoll, la catedral de Vic en su construcción anterior a la reforma neoclásica, en caso de tormenta los Domerat subían al campanario o "en el lugar hoy llamado Avis". Según mosén Josep Gudiol, en la fachada del templo había dos torres, una de las cuales sería la misma que haría la función de comunidor.

En Manlleu, en el año 1573, se instaló el mecanismo del reloj en la torre del comunidor o reliquier del templo de Santa María que se encontraba en su último período como canónica agustiniana; en la reforma barroca de 1770/1782 la construcción ya no se recuperó. También se sabe que había sobre la fachada de la iglesia de Santa María de Seva, eliminado en la intervención arquitectónica de 1895, situado en un extremo de la cubierta sobre la fachada principal.

Por otra parte, un segundo tipo de comunidor alejados del campanario, se ha convertido en la figura más característica de estas construcciones. Es lo que se adapta a la mayoría de definiciones del término: "construcción a modo de porche abierta a los cuatro vientos". Son de planta cuadrada con tejado de madera soportada por cuatro columnas o por paredes de piedra con grandes aberturas. En el interior se suele encontrar un padrón con una cruz metálica encima.

Este modelo se solía situar dentro o cerca de los recintos del cementerio, aislado, con un padrón en su parte central con una cruz. Podían hacer otras funciones como servir de lugar de reunión de los cargos administrativos de la parroquia para tratar temas de carácter civil. En palabras de mosén Fortià Solà al hacer referencia del comunidor iris del Congosto, es "el cobijo precursor de la casa comunal".
Al norte del obispado, en el Ripollès, se encuentra un buen ejemplo se encuentra delante del templo de San Julián de Vallfogona (Ripollès). Este comunidor fue levantado en 1720, como consta en el padrón que sujeta la cruz que se resguarda y restaurado en 1985.

Entre el Bages-norte y el Moianès hay dos comunidor más de este modelo: de muros más cerrados, pero con aberturas, es el comunidor de Santa María de Gaià. La particularidad de este es que se encuentra bastante levantado respecto al terreno y, por tanto, hay que acceder por una escalera de piedra de 7 escalones; la última restauración fue en 1997. El de San Juan de Oló tiene cierre hasta media altura de los muros laterales, dejando libre la abertura de entrada. En 1649 debía estar en construcción ya que los obreros de la parroquia hicieron pago de dos libras y ocho sueldos a los carpinteros de Aviñón "por amaderado el comunidor"; la Asociación Castillo de Oló hizo la restauración en 1988 con colaboración parroquial. En el sur, podemos admirar el comunidor de San Pedro de Bertí. Está situado en un ángulo del cementerio parroquial y nos ha llegado sin modificaciones notables; en su interior mantiene, todavía, el padrón y la cruz de hierro.

En medio, en la Plana de Vic, se puede ver, aunque convertido en lugar de paso, el comunidor iris de Riudeperes al municipio de Calldetenes (Barcelona) que actualmente sirve de paso hacia el recinto exterior del templo después de modificarlo sus muros; este, tiene la particularidad de tener el tejado con doble vertiente.

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A Guilleries-Congost está el Santuario de la Virgen de la Ayuda de Balenyà, antigua parroquia de Sant Fruitós de Balenyà, que también mantiene su comunidor con formato de porche. Tiene paredes cerradas a las que hay unas ventanas a modo de aperturas resultado de una reciente restauración. Su origen, probablemente, hay que buscarlo en la segunda mitad del siglo XVII. Y encaramado en la falda del Montseny, cerca de la iglesia de San Martín de Congost o de Aiguafreda de Arriba, parroquia hasta 1868, está el comunidor que habría sido construido en 1731 (como consta en las anotaciones en el libro de la Obra de la iglesia y en la pieza circular, a modo de clave de bóveda, que sujeta el envigado del tejado), y reformado en 1787 (como consta en una de las vigas y que fue restaurado el 1952.

Finalmente, un subtipo de comunidor, bien singular y poco común, estaba en medio de la torre independiente del campanario y el modelo de porche aislado. Había uno encima la cubierta de la Seo de Manresa. Joaquín Sarret ya sitúa un comunidor arriba de la Sede manresana a principios del siglo XV. Este comunidor debía perdurar hasta el 1922, año en el que se realizaron importantes obras de consolidación que habrían contemplado la eliminación de un peso innecesario, en la época, sobre el mismo tejado. De forma similar le debía haber uno en la iglesia del Carmen de la misma ciudad; a 1 de junio de 1411, los frailes reunidos en consejo mandaron entregar 100 sueldos "para hacer una casa de hoja alto sobre la iglesia del Carmen cubierta de teja similar de aquella de la Sede para tener en ella en tiempo de temporal la Vera Cruz ... ".

De comunidor, sus restos y su recuerdo, se encuentran en la mayoría de parroquias del Obispado de Vic. Incluso fuera de los formatos y tipos descritos. Es más, en las diferentes épocas se podía optar, dentro de un mismo templo parroquial, por comunes en diferentes espacios. Por poner un ejemplo, Fortià Solà al referirse a la iglesia de Sant Feliu de Torelló, mencionaba que en 1640 este espacio tenía acceso directo al campanario ya que se hizo poner una puerta al "pequeño portal que pasa del campanario al comunidor" .El mismo autor, pero, afirmaba que "últimamente, el conjuro de tormentas es practicado en las dependencias superiores de las capillas" con aberturas al exterior; anteriormente, se trataba de un portal pequeño del templo resguardado por un tejado de doble vertiente en la fachada de poniente del templo.

miércoles, 6 de enero de 2016

Elementos arquitectónicos

En varios templos eclesiásticos de nuestro entorno se encuentran construcciones, anexas o independientes, que reciben el nombre de comunidor. Estos elementos arquitectónicos, ahora en desuso, tenían una función muy especial en siglos pasados: acogían el sacerdote que, mediante las oraciones adecuadas para común o conjurar el mal tiempo, intentaba combatir los efectos de tormentas y otras perturbaciones de la atmósfera. Como dice el Dr. Josep M. Marqués, "para una comunidad rural, pocas amenazas tenían que preocuparse tanto como la de perder en pocos momentos la cosecha debido a la tormenta y verse condenados al hambre durante un año".

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En los Pedrons se hacía, de forma periódica y habitual, una acción preventiva ante el mal tiempo. Anualmente, se procedía a las bendiciones de término que solía hacerse, especialmente, el día de la Santa Cruz (3 de mayo) y hasta el día de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre). Según Marqués, la bendición del término "tenía como finalidad principal conjurar el peligro de las temibles granizadas, la inminencia de las que aumentaba dentro del período de mayo a septiembre". Este ritual se solía hacer en el padrón situado en un lugar preeminente del entorno y se iba en procesión colectiva. El padrón es un pilar de piedra sobre el cual se encuentra una cruz de hierro forjado insertada en una losa plana que, a modo de mesa, quedaba sobre la pilastra. Padre Santiago Casanova afirma que los Pedrons tenían una utilidad práctica: "sostener la Veracruz, el ritual, el hisopo y la caldereta del agua bendita en el acto de bendición". Igualmente, cuando este padrón estaba situado en lugar cercano a la iglesia, servía por el rezo de la pasa, fragmentos de los evangelios relacionados con la Pasión de Cristo y que eran leídos, cada uno, en una dirección de los puntos cardinales con el fin de que Dios protege las cosechas. Se solía hacer entre las dos fechas dedicadas a la Santa Cruz y se hacía al final de la misa mayor, con asistencia de fieles.

Cuando se temía la inminencia de un temporal, con posibles efectos nocivos, se desarrollaba una acción más contundente, y con intencionalidad paliativa. De estos rituales se llamaba comunes o conjurar.

Comunes, nos explica el jesuita José Braun, es la "devoción pública que va unida con una bendición para alejar el mal tiempo y las malas consecuencias que de él se siguen para los frutos de la tierra" y detalla que "según el Ritual romano únicamente se practicará cuando amenaza un mal tiempo ". El mismo autor, constata cómo, común, "según el Ritual romano consta de las letanías de todos los santos, repitiendo la invocación A fulguran te tempestate, del salmo Lauda Jerusalem Dominum, de una larga serie de versículos, de cinco oraciones que ya comparecen en parte al Gelasianum, la cuarta de las que va acompañada de una bendición del tiempo; y termina el rito con una aspersión con agua bendita ". Igualmente, afirmaba que "los siglos XIV y XV fueron fecundos en la creación de tal fórmulas que no siempre estuvieron libres de supersticiones" y, finalmente, desde la perspectiva del primer cuarto del siglo XX, concluía que "las bendiciones del tiempo que tenemos en el ritual actual son abreviaciones de formularios de finales de la edad media ".

En efecto, la preocupación por dominar las fuerzas de la naturaleza, potencialmente dañinas para la agricultura, a nuestro obispado ya provenía de la Edad Media. El sacramentario de Vic, datado de 1038, y que padre Josep Gudiol describió como "el más antiguo sacramentario que quizás hay en Cataluña", ya contemplaba una "misa contra fulgura te tempestate". En la misma época, el sacramentario de Ripoll, atribuido al escritorio del mismo cenobio y del que Alejandro Olivar consideró que "puede haber sido escrito hacia el año 1050, sino antes", entre las misas votivas menciona una "pro tempestate".

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De forma similar, en un manuscrito de finales del mismo siglo preservado en el Archivo Biblioteca Episcopal de Vic, se recoge el texto "Contra fulgurante te tronitua te tempestades te grandinem" (Contra rayos y truenos y tormentas y piedra). Pese a que se trata de un manuscrito mutilado explica un ritual en el que el sacerdote, después de ponerse la estola, tenía que coger una cruz y, en el suelo, dibujar una cruz dentro de un círculo donde, en cada sección, tenía que escribir cuatro nombres: Ihesus Nazarenus, Sadrach, Misach te Abdenago ". Un documento similar y con el mismo título, según menciona Xavier Sitjes, se encontraba en el monasterio de Santa María del Lago.
Más adelante, ya en edición impresa, se encuentra un ritual de la diócesis de Vic de 1547, entre otros, el procedimiento que lleva el siguiente encabezamiento: "Principio de las oraciones y juramentos contra tormentas según las constituciones de la diócesis de Vic . Primeramente el sacerdote ataviado con su sobrepelliz con la estola, con agua bendita y alguna cruz ha de decir la bendición del agua bendita: cuando la tormenta presente sea por encima de lo normal esta bendición que se sigue debe ser dicha por el sacerdote con buena devoción ... "

Estos ceremonias debían ser tan habituales que las Constituciones Sinodales del Obispado de Vic publicadas por encargo del obispo Pere de Magarola, el 1627, que incluso se debían poner en peligro los objetos litúrgicos más preciados. De ahí que el Obispo indicaba "... prohibimos que se lleve el sacramento de la sacrosanta Eucaristía a las inundaciones por agua, o incendios, o disputas o tormentas del cielo. Más bien en estos casos hay que tocar las campanas y extraer con reverencia la sagrada Eucaristía del sagrario y ponerla sobre el altar de la iglesia: allí, para evitar estos males, el pueblo de Dios junto con los clérigos, con fe sincera y pureza de espíritu oren para que solo puede curar la palabra de Dios ".

Sin embargo, la preocupación por los efectos de las tormentas y la intención de combatirlas era bien manifiesto. En la edición citada de las Constituciones Sinodales y en las recogidas por mandato del obispo Manuel A. Muñoz, de 1748, se recoge el siguiente escrito bajo el título Que los rectores o los que cuidan de una parroquia no se vayan de Santa Cruz del mes de Mayo hasta la fiesta de Santa Cruz de Septiembre y que cuando vean inminente una tormenta el exorcizar: "Nos ha llegado noticia de que algunos rectores u otras personas que cuidan de las almas durante la época estival, en la que las cosechas están aún en la tierra en su parroquia, o cualquier Adjutori o presbítero que se haya quedado, u otras personas, que no se vayan ante la inminente tormenta de rayos y granizo, ya que no podrían tocar los címbalos o las campanas. Por lo tanto, establecemos y ordenamos a fin de que dichos rectores, y las otras personas que se dedican a las tareas mencionadas, que desde la fiesta de la invención de la Santa Cruz del mes de mayo, hasta la fiesta de la exaltación de la misma Santa Cruz del mes de septiembre, no se alejen de sus parroquias, y si tienen necesidad dejen algún presbítero idóneo, a fin puedan ser capaces de exorcizar inmediatamente las tormentas inminentes, bendecir el tiempo y tocar dichas campanas , y en ese mismo tiempo celebrar un día después la Misa, con el cirio Pascual encendido, y tocando alguna campana, mientras se recita la pasión Dominio Nostri Jesu Christi según san Juan, desde donde comienza: "Egressus este Jesus", y al lado del altar la lean y reciten, allí donde haya esta costumbre de hacerlo. "

Todavía, una edición impresa en 1837, nos detalla todo el ritual. Este documento lleva el título de Manual de ritos del Obispado de Vich y el subtítulo "reducido y coordenado, que podrá servir para conveniencia, y comodidad de los párrocos, vicarios y demás esclesiàstichs del espresa obispado, hecho principalmente para los que tienen que servir en las parroquias rurales ". Indica, en el apartado XIV del capítulo dedicado a procesiones, un título muy explícito: "De exorcismos contra inminentes tormentas, fulgurum, te grandinis"; o sea: Para el exorcismo contra inminentes tormentas, rayos y granizadas.


Comunidor: tipologías


Según el Diccionario de historia eclesiástica de Cataluña, en palabras del Dr. Enric Moliné, el comunidor es la "pequeña construcción con tejado y abierta a los cuatro vientos, situada junto a la iglesia o en su parte superior, desde donde el sacerdote, puesto a cobijo, hacía las oraciones contenidas en el ritual para conminar las tormentas. "También era conocido como conjurador. Otro sinónimo de esta peculiar construcción, empleada en documentos antiguos, es el de reliquier; según el Diccionario Catalán-Valenciano-Balear, un 'reliquier era la "ventana en forma de balcón que hay en el campanario, donde se exponen la Vera Cruz y reliquias de santos para conjurar las tormentas".


Xavier Solà constata, mediante documentos de los obispado de Girona y Vic, la existencia de un buen número y diversidad de comunidor. Sin embargo, actualmente se pueden observar un número muy determinado y clasificable en tipologías.
La primera tipología de comunidor que se puede tener en consideración es el mismo campanario de los templos parroquiales. Su diversidad de funciones contemplaba también la de comunes las tormentas. El mismo toque de las campanas tenía las propiedades indicadas para deshacer las nubes. De este hecho se deriva el dicho popular "tocar a buen tiempo" o "tocar de mal tiempo" o, incluso, "tocar en común". Precisamente el mencionado diccionario de A. M. Alcover y F. de B. Moll recoge el hecho, constatado en 1921 en El Catllar, que cuando tocaban campanas "a buen tiempo" la gente de Ripoll decía: "Buen tiempo, de dónde vienes? Del cielo. Ven, ven, ya te queremos. Mal tiempo, de dónde vienes? Del infierno. Marcha, marcha, no te queremos ".
El toque de campanas era una práctica muy habitual con este objetivo y son testigo diversas consuetas, como expone Francisco Roma. Asimismo, la población seglar creía firmemente en el poder de su toque. Martín Gelabertó afirma que "la cultura popular rural construirá alrededor de la campana toda una devoción por su supuesto carácter infalible para deshacerse mil nubes".

Por esta razón, la sustitución de estos instrumentos de percusión se convertía en un asunto delicado. Fue el caso de Sant Pere de Casserres de donde el P. Bernardo Bolós captó, al hacer referencia a la vieja campana mayor del campanario del monasterio, como "... todos los pueblos vehins a Casserras tienen tanta fe y confiansa en dicha Campana para apartar el mal tiempo, y tronadas que, aunque rota, no dejan de tocarlas siempre que amenassa tempestad, con gran consuelo y alegría de los que podan oirla, y con repetidas experiencias de los beneficios que ocasiona ". Cuando los representantes del Col • legi jesuita de Belén de Barcelona, ​​de quien dependía en aquella época el cenobio, va querer hacer pedazos "acudió a Casserras una multitud de gente que con armar a manos amenassaren de quitar la vida al que se atreviese a romper la Campana hay sacará-la del campanario ".

En Manresa, las órdenes del obispo Bartolomé Sarmentero recibieron semejante oposición a la del vecindario de Casserres. El prelado, en vista pastoral realizada en 1769, constató el peligro que suponía la ruptura de las campanas y dictaminó que "por las tempestades may se tocan a modo de rebato". Tras comprobar que sus palabras no eran seguidas con hechos, prohibió su totalmente que fueran tocadas en día de temporal. El gremio de agricultores de la ciudad se quejó al Ayuntamiento y éste, en fecha de 30 de junio de 1771, escribió al obispo de Vic pidiendo el levantamiento de la prohibición constatando que "la mayor parte de la ciudad está resentida "
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El mismo campanario, más allá de ser la atalaya o torre desde la que se tocaban las campanas, también podía contener un auténtico comunidor. Es constatable documentalmente, que se podía destinar a esta función un piso o nivel de la construcción debajo de las campanas. Es el caso del campanario de Sant Quirze Safaja, construido por el maestro de casas original de Francia Juan Bonefacia, a partir del 1670, la segunda planta del cual tiene las cuatro ventanas, aberturas de pequeñas dimensiones, dirigidas a los cuatro puntos cardinales y tenía la finalidad expresa de hacer de comunidor tal como se expresa en el contrato de la obra; en medio de este piso se levantaba un padrón del que ahora carece. El campanario de Centelles, construido por el maestro de casas barcelonés Miquel Fiter, había que contemplara una escala de vuelta hasta la planta del comunidor, con las cuatro ventanas pertinentes. Por la similitud y mismo período de construcción, algunos de los otros campanarios parroquiales de la zona (Castellterçol, Caldes, Sant Feliu de Codines), también podrían haber ubicado un comunidor en la planta situada bajo campanas.

El toque de campanas,
desgraciadamente, también llevaba un peligro: la atracción de rayos. En plena tormenta podía convertirse en un auténtico peligro estar cerca. De hecho, son bien conocidos los casos de campanarios afectados por las descargas eléctricas. Es muy posible que por este motivo, los comunidor alejaran del campanario para alcanzar entidad arquitectónica propia.